SelgasCano es un estudio de arquitectura dirigido por José Selgas (Madrid, 1965) y Lucía Cano (Madrid, 1965). Entre sus obras en España destacan auditorios como el de Badajoz, Plasencia y Cartagena; así como su estudio situado en medio de un bosque de Madrid. n 2015, diseñaron el 15.º Pabellón Serpentine anual de Londres y cuentan con proyectos en Estados Unidos, Francia, Bélgica, Kenia o China. Su trabajo ha sido expuesto en el MOMA, en el Guggenheim de Nueva York y en la Trienal de Brujas. El estudio ha sido nominado para recibir el Pritzker y han sido seleccionados en los Mies van der Rohe, así como han ganado el Premio Arquitectura Plus by Daikin 2023 a la mejor trayectoria.

«El valor principal que tenemos en nuestro estudio es el caos. Con proyectos que empiezan muy de cero, siempre muy libres.»

 

¿Por qué apostasteis por ser arquitectos?
Lucía: Nací y crecí en una familia donde la arquitectura se vive muy de cerca. Mi padre era arquitecto, tengo tres hermanos mayores arquitectos también. El estudio de mi padre lo tenía pegado a la casa, con lo cual pasábamos mucho tiempo allí. Él lo disfrutaba tanto que nos lo contagió.
Jose: En mi casa nadie de la familia tenía relación con la arquitectura. Ya que mi padre era ingeniero, ante la típica pregunta de qué quieres utilizaba el típico “ingeniero como mi padre”. Realmente fue un cambio de última hora que hice. Era una época en la que no podías proponer cualquier cosa en tu casa, no podías decir que querías hacer Bellas Artes o algo más artístico. Pero vi que el cambio de hacer arquitectura sí que parecía válido, ya que entonces ser arquitecto era ser alguien. Hoy en día en cambio ha pasado a escalafón mucho más bajo, casi de los últimos de las profesiones actuales.
Cuando recuerdo mi relación con la arquitectura cuando era pequeño y joven, siempre pienso en relación con espacios y sitios que siempre estaban relacionados con la naturaleza. Me crie durante bastantes años en San Sebastián donde todo era verde y esos sitios que más me atraían siempre eran medio abiertos, medio cerrados, casi invadidos por la naturaleza por todos lados.

¿Cómo se unen vuestros caminos?
En la escuela, de estudiantes. Es muy normal que existan arquitectos que son matrimonios o parejas, porque al final es un trabajo que empiezas haciendo con tus amigos de la carrera, con horarios distintos a otras profesiones, con muchos viajes. Acabamos la carrera juntos y seguimos, de alguna manera, haciendo concursos y sin darte cuenta comienzas un estudio. Lucía al principio estuvo relacionada con el estudio de su padre, trabajando un tiempo con ellos. Hasta que ganamos el concurso del Auditorio de Badajoz en 1998. Y en ese momento ya nos vimos obligados a establecernos más seriamente.

En estos veinticinco años de actividad, ¿cuál ha sido el principal cambio?
Una de las cosas que a nosotros nos ayudó y empujó mucho era que entonces había mucho concurso. Eso lo que ha cambiado más en España. Todos esos concursos públicos que había eran realmente abiertos, tenías la misma posibilidad de ganar que un estudio grande y establecido. Y sobre todo con un jurado formado por arquitectos de prestigio. En el último concurso que hemos hecho en España, el pabellón de la Expo de Osaka había un jurado de 15 personas, de los que sólo cinco eran arquitectos. Es clave que el jurado tenga peso, que sean personas que de verdad puedan entender un proyecto y ver los valores que puede tener cada proyecto (y verlos entre líneas incluso). No concebimos un jurado del Premio Nobel de Literatura con un solo escritor y el resto que sean médicos, abogados o políticos. O que elija un jurado popular al nuevo premio Nobel. Cada disciplina debe estar regida y valorada por la gente mejor preparada en esa disciplina.
En nuestros inicios ganamos tres concursos importantes en Badajoz, Cartagena y Plasencia y ahora vemos imposible que nadie joven pueda a llegar a ganar algo así. Hay muy pocos concursos y los pocos que hay piden tener experiencia, nivel de ingresos o haber facturado un mínimo para poder participar. Eso hace que no haya oportunidades para ideas nuevas o para innovar. No se puede valorar igual un concurso de arquitectura que el de un paquete de folios Creemos que cualquier concurso de arquitectura, cualquiera, que salga de la administración debería estar organizado por un organismo que controlara que el valor arquitectónico fuera el único punto a premiar. Ni bajas de honorarios ni enormes trabajos previos de dudoso valor. Para ello habría que crear una ley específica para arquitectura, pero tristemente no se ha hecho nada, cualquier director nuevo entra con mucha palabrería y sigue sin hacer nada y se están perdiendo grandes oportunidades. Se genera un problema enorme de calidad en las ciudades futuras, porque esas obras de ínfima calidad arquitectónica en las que predomina que el arquitecto sea barato se van a quedar en las ciudades por años.
Y no lo decimos por nosotros ya que por suerte tenemos clientes que nos llaman de varios sitios del mundo, y si nos llaman para algún concurso, es por invitación, donde te pagan por participar. Desde hace ya años desarrollamos el 90% de nuestro trabajo fuera de España.

Edificios frescos, sin miedo al color y reinterpretar la naturaleza… ¿qué más valores arquitectónicos son comunes en vosotros?
Los valores principales que tenemos en nuestro estudio son cosas que suenan como negativas: La desorganización, la confusión, el error, probar todo lo que sea distinto, el caos. Los entendemos como herramientas y las tenemos establecidas desde muy el principio. Al inicio nos parecía que tendríamos que corregirnos algún día, pero con el tiempo aprendimos a valorarlas y a utilizarlas por su lado bueno. El estudio no tiene una jerarquía, todos nos dedicamos a todo. Y eso hace que los proyectos empiecen muy de cero, que sean siempre muy libres.
Al empezar un proyecto nos planteamos siempre qué tiene de especial el sitio, sus virtudes, su historia o la sociedad que lo habita. Factores que estudiamos y metemos en el proyecto, pero dentro de una desorganización continua que nos obliga siempre a volver a pasar por los mismos sitios y replantearnos soluciones previas. Pero no tenemos unos principios establecidos, sino que estamos siempre abiertos al que venga, como diría Groucho: “si no les gustan, tenemos otros”
En lo que respecta al color nos pasa lo mismo, en algún momento siempre hay que tomar una decisión, y gracias a esa libertad que tenemos y a todo el estudio y trabajo sobre el color previo, no nos cerramos a tres únicos colores, sino que hay una paleta inmensa. Y estudiamos en profundidad las situaciones, espacios y materiales donde aplicar cada uno.
Siempre intentamos hacer espacios luminosos. Eso siempre se repite en nuestra arquitectura: Conseguir la mayor luz natural posible y por otro lado tratar la luz artificial como un material más, como parte de los elementos arquitectónicos. Nos gusta trabajar con luces artificiales diversas, que vengan de varios puntos o que estén introducidas en los propios elementos arquitecturales. La luz no es solo para iluminar, sino para generar una atmósfera, un ambiente acogedor y que sea capaz de producir una sensación. Trabajar con la luz, el color y los materiales es una evidencia, pero al final es lo básico que necesitas para definir los espacios
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Design District Canteen en Londres. Foto: Iwan Baan

Investigáis y apostáis por la ligereza de los materiales. ¿Qué beneficio supone además desde un punto de vista de sostenibilidad?
Nos replanteamos en muchos momentos si realmente es necesario que sigamos siendo arquitectos, porque nos parece que el planeta realmente está ya sobre construido.
Hay miles de edificios vacíos en los que pensar cómo reocuparlos, y sin necesidad de hacer tantos nuevos. Creemos que hay que construir lo mínimo posible, huir de los grandes espacios y usar el mínimo material posible. Nos parece que ciertos materiales son mucho más interesantes que otros por esa ligereza, que va muy relacionada con la economía y la sostenibilidad (ya que cuando más peso más gasto energético has consumido para fabricarlo, para enviarlo y para montarlo). Por ejemplo del edificio de Plasencia, con su fachada de ETFE, es un material que viene en rollos, de peso mínimo y transporte reducido. Y además en la fabricación de materiales como ese, hay un gasto energético mínimo comparado, por ejemplo, con el vidrio. El ETFE se fabrica entre 250 y 300 grados Celsius. El vidrio se fabrica a 3.000 grados. Y esa diferencia no es aritmética sino exponencial y la diferencia en consumo que genera la fabricación de uno también.
Siempre usamos una frase de Cedric Price que dice que la arquitectura incluye el uso de cualquier material, y nosotros estamos muy de acuerdo en ello, pero en nuestro caso los únicos materiales que excluimos en nuestros proyectos son los caros. Por economía, prescindir de elementos que, en el fondo, no son necesarios es una actitud que seguimos teniendo en el estudio continuamente y la empleamos en todos los proyectos. Ponernos un poco en plan “promotor” y eliminar todo lo prescindible.

Vuestro innovador trabajo en el auditorio de Badajoz -luego refrendado con concursos ganados en Cartagena y Plasencia- ¿qué os hizo reflexionar sobre el impacto de los equipamientos culturales en las ciudades?
Las ciudades donde hemos construido adolecían de este tipo de espacios donde realizar actividades culturales para la propia gente de la ciudad. Además de sacar un rendimiento económico, deberían juntar sus programas con actividades para los propios ciudadanos. A las ciudades les viene muy bien tener un auditorio, tener un espacio donde promover la cultura; pero sobre todo no hay que olvidar nunca que son espacios públicos. Al estar pagados por la gente, siempre hemos insistido en que ese espacio no podía ser solo un auditorio o un centro de congresos, sino que debía ser algo más y usarse cuanto más mejor. Deberían abrirse a las escuelas y a las organizaciones locales, para que la gente entre, lo use y lo disfrute. El desuso es nefasto para cualquier edificio. Lo mejor que le puede pasar a un edificio es que se lo “coman” de usarlo tanto.

En base a vuestra experiencia en vivienda, ¿cómo deben cambiar las casas para adaptarse a las necesidades de la sociedad?
La mayoría de las viviendas que hemos hecho son para clientes muy específicos, muy privados, o las hemos hecho fuera. La gente sí ha cambiado en general, un poco, en su forma de ver y de pensar en lo que tiene que ser una vivienda. Pero para nosotros el principal reto es universal y sigue siendo la accesibilidad a la vivienda por los precios absurdamente caros que existen ahora mismo. Hay una necesidad de vivienda brutal y de vivienda barata. Eso es lo que nos parece lo principal: la vivienda asequible. Y para ello hay que proponer nuevos sistemas, más fáciles, más prefabricados, que se puedan llevar rápidamente y montarse en cualquier sitio. Porque la construcción tradicional cada vez es más cara, en un sector con cada vez menos profesionales y oficios, se está convirtiendo en un artículo de absoluto lujo y más lo va a ser. No hay gente estudiando Electricidad o Fontanería, cuando son claramente las profesiones con más demanda futura.

¿En qué proyectos estáis trabajando?
Por suerte, desde hace años trabajamos a nivel internacional. De fuera nos llaman e invitan a concursos y tenemos clientes en todos lados menos en España. Desde hace unos años China es uno de nuestros principales clientes. Estamos haciendo distintas cosas allí, aunque ahora tienen la afección de una crisis-burbuja inmobiliaria tremenda a la que no están acostumbrados. También estamos trabajando en Estados Unidos, Inglaterra o en Francia. Siempre con proyectos distintos y variados, desde cafeterías, a hoteles o viviendas. Uno de los proyectos que estamos trabajando con un cliente inglés es precisamente el desarrollo de una vivienda que muy barata y fácilmente prefabricable.
Y luego si nos preguntas qué tipo de proyecto nos gustaría hacer más es claramente una escuela. La única escuela que hemos hecho fue en Kibera, un slum de Nairobi (Kenia) -casi como promotores-, pero para nosotros el ámbito de la educación creemos que es el más atractivo. La mayoría de escuelas que se desarrollan van buscando lo más ínfimo, son oportunidades desaprovechadas donde desde la arquitectura no se está alimentando al alumno. Suelen ser espacios sin alma, cuando debería ser lo contrario. La mayor inversión de un país debería ser en los colegios y centros educativos para hacerlos maravillosos porque son la base de la sensibilidad futura. El recuerdo de una escuela debería ser siempre de un sitio idílico.

¿Cuál será el papel del arquitecto?
Por nuestra experiencia general pensamos que al arquitecto lo que siempre se le va a valorar es, precisamente, la imaginación. Volvemos a un punto donde lo que prima más es la visión con mayor imaginación, más especial, más experimental, con una mirada distinta y una mirada que sólo alguien entrenado como arquitecto puede ofrecer. No creemos que el arquitecto vaya a desparecer nunca porque es una persona fundamental para la sociedad, siempre que este entrenado para proponer ideas, modelos y situaciones nuevas. Ser capaces de dar la vuelta a lo que un cliente te está pidiendo y proponer una mirada distinta, hacia sitios diferentes, una experiencia imprevisible y emocionante, con un enfoque más cercano a algo similar al arte
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Palacio de Congresos y Auditorio, Badajoz. Foto: Roland Halbe

Pabellón Martell en Cognac. Foto: Iwan Baan

Pabellón Serpentine. Foto: Iwan Baan

Auditorio en Cartagena: El «B». Foto: Iwan Baan

Trienal de Brujas. Foto: Iwan Baan

Escuela Kibera Hamlets en Kenia. Foto: Iwan Baan

Oficinas Second Home en Hollywood. Foto: Iwan Baan

Librería infinita en Londres. Foto: Iwan Baan

Oficinas SelgasCano en Madrid. Foto: Iwan Baan