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A+M  / arquitectes es una sociedad fundada en Barcelona en 1998 por los arquitectos Jaume Arderiu y Tomàs Morató como fruto de una larga trayectoria de trabajos en colaboración profesional. Con más de 30 años de experiencia el despacho ha desarrollado proyectos de arquitectura, planificación y consultoría y una amplia gama de edificios públicos y privados, viviendas y muy especialmente en rehabilitación de edificios históricos, estaciones ferroviarias, y edificios administrativos, comerciales y hoteleros.

 

 

«Nuestro trabajo se ha centrado especialmente al ámbito de la arquitectura pública, con vocación de servicio y buena gestión de los presupuestos.»

 

¿Qué os llevó a querer dedicaros a la arquitectura?
Jaume: Siempre me ha gustado trabajar con cualquier material que haya tenido a mano. En mi infancia, me gustaba hacer pequeñas presas en la calle cuando llovía; llegué a fabricar ladrillos en miniatura que una vez secados al sol cocía en el horno de casa, ya que mis padres eran panaderos, y con ellos construía murallas y torreones de defensa que nutrían mi imaginación. Estudié formación profesional de electricidad y delineación y, durante los veranos, trabajaba de electricista, hasta que por casualidad entré como delineante en un pequeño despacho de arquitectura. Esto me llevo a estudiar aparejador, y decidí seguir estudiando arquitectura….
Tomás: Mi decisión no fue vocacional. El ambiente familiar, técnico y alejado del mundo cultural, me orientaba hacia una profesión liberal ligada a la ingeniería. El azar y las amistades juveniles quisieron que en el último momento cambiara a Arquitectura. La vocación sobrevino a «posteriori», en el transcurso universitario, con la suerte de entrar en una escuela dirigida por Bohigas. La ilusión y el entusiasmo de compañeros de curso hicieron el resto. Fue una etapa donde se compartían los trabajos y las inquietudes con los amigos, Moisés Gallego, Beth Galí, Tonet Sunyer, Marius Quintana…

Tras una larga trayectoria profesional ¿cómo surgió el despacho conjunto en 1998?
Nuestra relación venía ya de la Escuela de Arquitectura, Jaume tenía estudios previos de Aparejador y un gran conocimiento del oficio. Al finalizar los estudios Jaume fue el colaborador al que recurríamos los compañeros de curso en el desarrollo técnico de los primeros encargos.
Estas colaboraciones se hicieron habituales y aunque manteníamos cierta independencia profesional, empezamos a proyectar conjuntamente. El primer proyecto que firmamos fue la Estación de Rubí. Era el primer proyecto para ambos de una cierta dimensión y presupuesto. El cliente, Ferrocarrils de la Generalitat, era muy sensible a la calidad arquitectónica de sus estaciones. Lo resolvimos a través de una idea estructural muy sencilla que se manifestaba en sección y facilitaba el encaje urbano de una infraestructura importante.
A partir de ahí las colaboraciones fueron más frecuentes hasta que en 1998 decidimos unificar los despachos y fundar A+M /arquitectes.

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Estación de metro L9 «Onze de Setembre»
Servicios Sociales del Raval en Barcelona

¿Qué valores y objetivos caracterizan vuestra forma de trabajar?
Nuestro trabajo se ha centrado especialmente al ámbito de la arquitectura pública, con vocación de servicio y buena gestión de los presupuestos. Con esto queremos decir que la frivolidad y el exceso formal quedan al margen de nuestros planteamientos. Los valores del proyecto suelen emanar del propio lugar. Los proyectos parten de una idea abstracta a menudo emocional, que se transforma en el hilo conductor de su desarrollo. Cuando esta idea aúna y da respuesta al equilibrio entre programa, lugar, economía o construcción de manera sencilla entonces entendemos que vamos por buen camino

Integración en el entorno, celebración de la diferencia, búsqueda del confort, innovación, sostenibilidad y economía son algunas de vuestras ideas fuerza como despacho. ¿Entienden los clientes la importancia de estos aspectos o forman parte de la batalla arquitectónica de intentar aportar liebre por gato?
La dificultad no está en que los clientes no comprendan la necesidad de una buena arquitectura, sino en convencerlos de que ésta no encarecerá la obra. A menudo se llega a extremos de que la Administración rechaza buena arquitectura por temor a que la percepción del ciudadano sea la de que se derrochan los caudales públicos. Es el precio que estamos pagando por años de una arquitectura icónica con poco compromiso social. La buena arquitectura, la de los maestros, consiste en lo opuesto: cuentan que el encargo del gimnasio Maravillas de De la Sota tenía dos problemas: poco dinero y un mal solar, con un desnivel de 12 metros. Pero él consiguió «dar liebre por gato». Le pidieron un gimnasio y entregó una obra de arte y resolución.

Habéis desarrollado todo tipo de proyectos. ¿Qué emociones os gustaría que transmitieran vuestros edificios?
No buscamos transmitir emociones, ya hay otras disciplinas dedicadas a ello. Lo que nos interesa es la honestidad dentro de la disciplina arquitectónica, que el usuario se sienta confortable dentro de un espacio amable, que funciona y que establece relaciones fluidas con los distintos elementos que lo conforman. Cuando el resultado es bueno entonces sí, las emociones se pueden producir.
En las estaciones de la línea 9 buscamos paliar las sensaciones negativas (vértigo, claustrofobia) generadas por la propia profundidad del pozo, haciendo de la dificultad la solución. Una vez acabadas, un amigo artista, Alex Ollé de la Fura del Baus, se hizo cargo de una instalación artística para el espacio. Alex propuso utilizar luz y tonalidades de color en los paramentos de pavés retro iluminados para influir en el estado de ánimo del usuario, a partir de la teoría del color de Goethe. Un montaje con iluminación leed dirigida por un ordenador que cambia la tonalidad del color muy lentamente a lo largo del día, de manera imperceptible para el usuario: azules y verdes estimulantes a primera hora, tonalidades relajantes al llegar la noche. Ahí si se manejan las emociones directamente.

 

«Nos interesa la honestidad dentro de la disciplina arquitectónica, que el usuario se sienta confortable dentro de un espacio amable, que funciona y que establece relaciones fluidas con los distintos elementos.»

mosaicoHabéis intervenido en infraestructuras de transporte como varias estaciones de la línea 9 de metro o el proyecto de estaciones de enlace entre Monistrol y Montserrat para FGC, entre otros proyectos. ¿Qué dificultades entrañan este tipo de proyectos?
En proyectos de infraestructuras de transporte intervienen muchos agentes y especificaciones muy exigentes. La multidisciplinariedad es positiva, hoy en día sólo se puede entender la arquitectura desde éste punto de vista, y es bueno que sea así. Pero es preciso no perder de vista que alguien tiene que poner en común, desde una visión general del proyecto, las diferentes disciplinas. En la línea 9 de metro el cliente entendió que el arquitecto, por su formación y conocimientos, debía liderar el proyecto, dándose la paradoja de que éramos los arquitectos los que teníamos que poner en valor las virtudes intrínsecas de la obra de ingeniería, que de otro modo se hubiera escondido.

Sois autores de proyectos emblemáticos para la ciudad de Barcelona como las bibliotecas Can Fabra o Can Saladrigas, el Archivo Histórico de Sants-Montjuïc o varias sedes del distrito o las oficinas de Servicios Personales del Raval. ¿Qué feedback habéis tenido por parte de los ciudadanos de proyectos como estos?
Se trata de proyectos con programas públicos diversos, que tienen en común el haberse ejecutado en edificios históricos que forman parte de la memoria de la ciudad y de sus gentes. Desde éste punto de vista existe una responsabilidad colectiva de mantener el patrimonio de calidad y la calidad del contexto. Intervenir en un edificio histórico es ofrecerle una segunda vida, quizás con un programa muy alejado del que fue concebido originalmente… Un ejemplo sería la remodelación del archivo histórico del distrito de Sants Montjuïch, proyecto que realizamos con Yosko Navarro, arquitecto. Es un proyecto que comprende y desvela el carácter original de la arquitectura histórica, desfigurada por sucesivas intervenciones parciales. A través de un proyecto delicado hemos eliminado elementos distorsionadores, integrando funcionalidad, requerimientos técnicos y acabados, de manera que se pongan en valor las cualidades intrínsecas y patrimoniales de la pieza. Eso el ciudadano lo valora y agradece.

¿Hacia dónde creéis que debería crecer o reinventarse la ciudad de Barcelona en los próximos años?
No creemos que Barcelona deba crecer más en términos de extensión o densidad, es una ciudad ya saturada. Barcelona debe crecer en calidad hacia sus ciudadanos y esa calidad debe tener en cuenta los sectores menos favorecidos, la diversidad de ciudadanos y las idiosincrasias de sus barrios. Creemos que se deben preservar y potenciar los «sistemas naturales» que limitan la ciudad. En este sentido creemos que fue una buena iniciativa el concurso municipal de «Las Portes de Collserola». Muchos equipos trabajaron en ello, hay pues un buen material de reflexión a reivindicar que no debe desperdiciarse.
Las políticas de sostenibilidad son estrictamente necesarias y deben ser promovidas desde todos los ámbitos. La ciudad «Smart» no se debe considerar únicamente desde la eficiencia energética o la sostenibilidad en términos ambientales, se debe buscar también la eficiencia en los servicios y en el espacio público que redundan en definitiva en la calidad de vida de sus ciudadanos.

05¿Cómo evoluciona el proyecto del Museu de Cultures del Món que estáis llevando a cabo en la barcelonesa calle Montcada?
El proyecto consiste en unir dos palacios góticos y un único programa de museo para exhibir la colección Folch. Jordi Garcés lo resolvió excelentemente en los distintos palacios que configuran el Museo Picasso. Hemos desarrollado el Proyecto Básico en el que se recoge la definición arquitectónica y programática de la intervención, con el fin de obtener la licencia de obra y la de actividad.
La evolución del proyecto se truncó al licitarse conjuntamente el proyecto constructivo y la ejecución de las obras. En este caso será el constructor el que defina con sus técnicos el proyecto constructivo, lo que consideramos una errónea interpretación de la ley de contratos que no nos permitió optar al concurso por «tener un conocimiento previo del objeto de contrato». Un ejemplo más de las perversidades que recientemente acosan a la profesión.

¿En qué otros proyectos estáis trabajando?
Estamos dirigiendo la obra de rehabilitación de Vila Joana para la casa museo de Mossen Cinto Verdaguer, en el parque de Collserola, un proyecto que redactamos en el 2008. Acabamos de redactar el proyecto de rehabilitación de la antigua fábrica de «Ca l’Alier» en el Poble Nou para el Smart City Campus de Barcelona, que ha de ser un modelo de rehabilitación de un edificio «Net Zero Building», aprovechando nuestra experiencia en el campo de la sostenibilidad, por la cual fuimos galardonados con el premio europeo Green Building Award por la rehabilitación del conjunto histórico de Vall de Nuria, en el que utilizamos la geotermia como fuente principal de energía para la climatización del edificio.

¿Qué os aporta vuestra labor como docentes a vuestra práctica profesional?
La labor docente implica ampliar la visión global del estudio del proyecto que posteriormente será materializado. Y desde la práctica profesional aportas la experiencia que te dan los proyectos y obras construidas. Difícilmente puedes efectuar una labor académica si con anterioridad no has experimentado todo lo que conlleva la dura labor de proyectar y construir.

¿Qué papel consideráis que deberá jugar el arquitecto en la sociedad a medio y largo plazo?
No somos adivinos, pero creemos que el arquitecto debe aportar la calidad y el valor cultural que en estos momentos la sociedad requiere más que nunca. Parecemos estar sumidos en una tecnocracia, en la que los aspectos técnicos, basados exclusivamente en el ajuste económico y el cumplimiento de la normativa se entienden como únicos aspectos a considerar, dejando a un lado los valores culturales. Desde su formación y sensibilidad el arquitecto tiene, además, que dar respuestas efectivas a las demandas actuales, propiciar la sostenibilidad y el reciclaje y ser prudentes en la transformación del medio.

Fotografías: Lluís Casals