Burr tiene que ver con las asperezas, imperfecciones y restos que aparecen en un proceso de alteración. Tomando ese nombre, Burr es un estudio de arquitectura experimental liderado por Elena Fuertes, Ramón Martínez, Álvaro Molins y Jorge Sobejano. Amanda Bouzada y Jesús Meseguer completan el equipo. Burr surge sobre las bases del colectivo Taller de Casquería.

«Nos interesa mucho la vertiente más conceptual y experimental de la arquitectura»

 

¿Cómo se unen vuestros caminos?
Nos conocimos estudiando en la ETSAM (Escuela Técnica Superior de Arquitectura) en distintos puntos de nuestra carrera. Juntos formamos el colectivo Taller de Casquería en 2011, junto a otros compañeros y compañeras. Ese proyecto colectivo acabó por transformarse en BURR.

¿Qué os lleva a este cambio?
Taller de Casquería se convirtió en un espacio de experimentación entre la arquitectura, el arte, el diseño y más allá, con una producción muy heterogénea. Alquilamos un espacio en Tetuán que funcionó como punto de encuentro con muchos otros perfiles con los que organizamos fiestas, performances o exposiciones.
Poco a poco los intereses personales fueron divergiendo haciendo que a día de hoy las personas que formaron inicialmente parte del colectivo hayan formado proyectos personales en diferentes sectores como el arte, el diseño, la performance o la propia arquitectura, como fue el caso de las cuatro personas que decidimos formar BURR.

¿Qué valores arquitectónicos caracterizan la mirada de vuestro estudio?
Ahora mismo, como estudio de arquitectura, seguimos manteniendo un perfil abierto, no nos consideramos arquitectos en sentido ortodoxo. Nos interesa mucho la vertiente más conceptual y experimental de la arquitectura, y nuestros proyectos suelen tener este punto de partida. Nos interesa investigar y experimentar con procesos, materiales, técnicas, modelos, etc. Puede que esto sea parte de la herencia de Taller de Casquería.

¿Qué sensaciones buscáis que vuestros espacios transmitan a los usuarios?
Nuestra forma de operar varía bastante con respecto al encargo al que nos enfrentemos, aunque en la mayoría de casos empleamos la idea de introducir un objeto/elemento que altera el funcionamiento del espacio. Generalmente tratamos de modificar/implementar/transformar el funcionamiento de los espacios en los que intervenimos. Buscamos nuevas formas de ocupar espacios previamente existentes.

Una de vuestras líneas de trabajo se engloba en “Elements for Industrial Recovery” con proyectos que abordan la reactivación del legado de la edificación industrial en la ciudad de Madrid. ¿En qué consisten?
Al igual que en el resto de grandes ciudades occidentales, la actividad industrial ha ido paulatinamente desapareciendo del centro de la ciudad de Madrid. Si esto ya ocurría en Nueva York en los años 50, en Madrid no fue hasta los años 80 y 90 en los que el boom inmobiliario propició una subida descomunal de los precios de compra y alquiler que desplazó a gran parte de la actividad industrial fuera de la ciudad. Sea como fuera, la actividad industrial decayó claramente provocando que una tipología hasta entonces funcional quedará obsoleta: la nave industrial en el tejido residencial.
El tipo de espacios son naves que ocupaban los bajos de los edificios residenciales y se extendían en los patios interiores de manzana. A partir de esta diáspora de la actividad industrial, estas naves pasan a quedar obsoletas. Demasiado grandes para un espacio comercial, demasiado céntricas para un espacio industrial, demasiado profundas para un espacio residencial. Solo aquellos gremios que previamente las ocupaban y consiguieron no mudarse a la periferia (talleres mecánicos, pequeños obradores, etc.), han sido capaces de mantenerlas en uso, aunque la tasa de renovación generacional es muy baja.
La entrada en vigor del Plan de Ordenación Urbana de Madrid de 1997 da un nuevo vuelco a esta situación. Este plan permite transformar parcialmente estos espacios en viviendas, a cambio de que se derribe la parte de las naves que ocupa los patios interiores de las manzanas. Formalmente esto se limita mediante a lo que se llama el fondo de edificación, que en gran parte de la ciudad se establece en 12 metros de profundidad. A partir de este límite es ilegal vivir en un espacio.
Esta línea virtual coincide generalmente con los fondos de edificación de los edificios residenciales de estas zonas, entre 10 y 12 metros generalmente, pero no con los de las naves, que, como comentamos anteriormente, invaden los patios. El resultado es claro: si permitimos hacer vivienda, que es un uso mucho más lucrativo que el industrial, solo en los primeros 12 metros, estamos fomentando que se derribe todo lo que va más allá de esta línea, es decir, las naves.
España no cuenta a día de hoy con un criterio de protección patrimonial que proteja nuestro legado constructivo después de los años 40 y, si es cierto que Madrid no tiene construcciones industriales especialmente destacadas, nosotros sí creemos que esa herencia debe ser conservada. Por ello nos lanzamos a buscar estrategias que nos permitieran ocupar estos espacios sin necesidad de tirarlos o por lo menos manteniendo la mayor parte de sus señas de identidad arquitectónica.
Nuestra propuesta para intervenir en este tipo de espacios trata de dar con herramientas urbanísticas y arquitectónicas que permitan mantener estas estructuras en un contexto que en realidad quiere verlas desaparecer. Proponemos híbridos entre un espacio público y un espacio privado, un espacio productivo y un espacio residencial.

Blasón es un proyecto de reactivación de un espacio industrial en Madrid convertirlo en el estudio y la vivienda del escritor Juan Ramón Silva Ferrada. Fotos: Maru Serrano

En vuestro portfolio encontramos varios proyectos en el ámbito de la restauración (Brutal Burrito, O’Bochinche) y retail (TRG). ¿Cómo lográis el equilibro entre trasladar la identidad de marcas a un espacio y la puesta en valor de la arquitectura en este tipo de proyectos?
Por suerte la mayor parte de las veces hemos trabajado con marcas que han demandado de nosotros una revisión de su propia identidad. Es decir, partir de lo que son, para proponer una nueva visión a través del espacio. Un espacio para una marca inevitablemente configura parte de su identidad. Eso nos encanta.

También habéis transformado unas antiguas oficinas en una vivienda, con el proyecto NN06. ¿Qué innovaciones en el ámbito residencial son importantes que se aborden hoy en día?
A la hora de trabajar en proyectos residenciales, nos gusta tratar de ampliar un poco el espectro de lo que solemos encontrarnos. La mayoría de las viviendas se basan en parámetros genéricos que limitan homogenizan en exceso nuestra forma de habitar un espacio. A nosotros nos interesa proponer espacios que se adapten a la forma de vivir de un usuario (en caso de trabajar directamente para un cliente) o proponer espacios singulares que atraigan a tipos determinados de personas. No somos todos iguales, por lo tanto no entendemos por qué casi todas las viviendas son prácticamente iguales.

¿En qué proyectos estáis trabajando actualmente?
En este momento estamos a punto de inaugurar la Guest Lounge para la feria Arco de 2024, un proyecto efímero muy especial para nosotros, estamos a punto de inaugurar los estudios en Madrid de dos artistas muy interesantes (Esther Merinero por una parte y Johanna Jaskowska por otra), estamos terminando dos edificios residenciales de nueva planta también en Madrid y arrancando la flagship-store de una nueva marca en Barcelona.

¿Hacia dónde consideráis que se dirige la práctica arquitectónica a medio y largo plazo?
Lo que nosotros consideramos es que la arquitectura debe centrarse más en la reutilización y reprogramación de lo existente y tratar de evitar las demoliciones injustificadas en la medida de lo posible. Debe dejarse atrás la idea de “Tabula Rasa” y tratar de adaptar lo que ya hemos construido.

MSA: Proyecto de reorganización y reforma interior para el Mercado Municipal de San Antón en Madrid

Brutal Burrito San Bernardo. Foto: Maru Serrano

MRT: Transformación de un almacén de bebidas y alimentos en Madrid en un espacio para trabajar, exponer y habitar. Foto: Maru Serrano

TRG es una estrategia de interiorismo para convertir un espacio genérico en el espacio identitario de una marca de ropa. Foto: Maru Serrano