Israel Alba es Arquitecto y Doctor Arquitecto por la ETSAM de la Universidad Politécnica de Madrid, con la calificación Sobresaliente Cum Laude. Becado por la School of Architecture del Illinois Institute of Technology (IIT), Chicago, EE.UU. Miembro de la Asociación Española de Paisajistas (AEP). Certified PASSIVHAUS Designer. Acreditado por la ANECA como Profesor Contratado Doctor. En el año 2000 funda la firma Israel Alba Estudio con sede en Madrid, una estructura colaborativa, variada y multidisciplinar de arquitectura, diseño y paisaje interesada por la ciudad contemporánea como fenómeno complejo y variable, y sus continuas transformaciones, desde una mirada optimista. Su trabajo ha recibido numerosos premios y distinciones a nivel nacional e internacional, entre los que destacan el Architizer A+ Awards en 2022 y 2017, el Primer Premio COAM 2020, el Premio COAM 2020, 2018, 2009 y 2005, el Premio MATCOAM Sostenibilidad 2018, el XBIAU en 2016, el AZ Awards en 2014, el PID Global Awards en 2013, el Europe 40 under 40 en 2011, el Philippe Rotthier European Prize of Architecture en 2014 y 2011, el EXPOSYNERGY A.PRIZE en 2010 y el ULI Europe Award en 2004.

«Nos interesa la construcción y, en consecuencia, la simplificación que, en realidad, empieza en el proyecto.»

 

¿Qué te llevó a ser arquitecto?
Recuerdo siendo niño que mi abuelo solía llevarme a jugar al parque que hay a los pies de la Sagrada Familia en Barcelona, en la calle Marina. En casa, no sé bien por qué, escuchaba el nombre de Gaudí con cierta frecuencia, supongo que por la fascinación y la admiración que despertaban sus edificios, aunque nadie en mi familia ha tenido nunca ninguna vinculación con la arquitectura. Cuando tenía ocasión de ver algún plano de un proyecto, podía pasarme horas tratando de entenderlo. Con 16 o 17 años decidí ser arquitecto, me gustaba dibujar y hacer maquetas, aunque reconozco que no era especialmente habilidoso. Afortunadamente, conseguí superarlo a base de trabajo.

Desde la fundación del estudio en el año 2000, ¿en qué habéis cambiado?
Más que cambiar, diría evolucionar para adaptarnos a las necesidades en cada momento sin perder nuestra pasión por la arquitectura y por construir los entornos donde desarrollamos nuestra vida. Hemos evolucionado en nuestros métodos de trabajo, mejorando la organización y la planificación de los proyectos y optimizando la gestión de los recursos, propios y externos, fruto de la experiencia acumulada. Siempre hemos sido un estudio con capacidad de adaptación a diferentes entornos y situaciones, sensibles a las condiciones del medioambiente, del clima, del lugar… Nuestra esencia sigue siendo la misma.

¿Qué valores son comunes en todos vuestros trabajos?
Nos interesa la construcción y, en consecuencia, la simplificación que, en realidad, empieza en el proyecto. En ellas residen dos aspectos claves. Este interés en el carácter constructivo de la arquitectura como fin último nos aproxima a la disciplina más desde el «saber hacer» que desde el puro «conocimiento» en sí. Esto nos ha llevado a proponer una arquitectura de detalles directos y simples que pongan en relación de manera coherente estructura y espacio, o interior y exterior, porque son la misma cosa. Me gusta pensar que la arquitectura es orden: un orden que se consigue a través de la estructura y que funciona como un sistema que define los espacios. Por otro lado, nuestros proyectos están comprometidos con el entorno y nos preocupa sabernos colocar, entendiendo que es una de las primeras decisiones importantes, a veces de manera intuitiva, pero que se convierte en otra de las claves que nos ayuda a contextualizarnos y a entender el lugar. En cada proyecto empezamos de nuevo.

Creéis en una arquitectura posibilitadora que desbloquea retos de ingeniería, ambientales y humanos. ¿Cómo se consigue y cuáles esos los principales retos?
Creo que los arquitectos estamos en condiciones de reinventar lugares y de intentar cambiar la actitud de las personas hacia el paisaje perjudicado por su propia acción destructiva; de volver a darle una nueva vida a algo que estaba deteriorado. Reinventar significa proponer nuevos usos, funciones, programas o espacios. La arquitectura es capaz de reactivar paisajes, entendiendo que paisaje es todo aquello que nos rodea y, por tanto, es susceptible de transformarse, bien sea natural o artificial.

¿Qué sensaciones os gustaría que experimentasen los usuarios de vuestros proyectos?
Todas aquellas que supongan una mejora en la vida de las personas que habitan nuestra arquitectura. Las mayores satisfacciones que me ha dado esta profesión, más allá de premios, reconocimientos o publicaciones, las he recibido de nuestros clientes cuando, después de haber empezado a habitar sus nuevos espacios y a pesar de las dudas iniciales, nos llaman para decirnos lo bien y lo cómodos que están, lo felices que son. Esa es la mejor recompensa.

Entre vuestros últimos trabajos encontramos el estadio de fútbol “El Plantío” en Burgos. ¿En qué ha consistido esta obra?
El estadio se ubica junto al río Arlanzón, un entorno natural excepcional integrado en la ciudad que permite entender la necesidad de apertura y de intensificar sus relaciones. Se trata de un proyecto de vocación ciudadana y de relación urbana, simultáneamente con el río y con la ciudad, que requiere de una escala adecuada para poner en valor el paisaje natural, donde los árboles predominen sobre lo edificado. De esta manera, la fachada sur refuerza la horizontalidad y la abstracción del proyecto, a través de la gran ventana que pone en valor el lugar conectando el graderío con la ciudad y con el río. La estructura queda oculta dentro de los límites del cerramiento, que se divide en dos partes. Una inferior a modo de zócalo negro liso, que integra todos los accesos al estadio y que se aligera en las esquinas transparentes donde se ubican locales comerciales. La parte superior, un cuerpo blanco de carácter vertical, que presenta formas blandas, más naturales y suaves, busca la relación con el paisaje
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Estadio de fútbol “El Plantío”, Burgos). Fotos: Jesús Granada

Vuestra sede de la Cruz Roja en Galapagar ha supuesto premios como el COAM. Asimismo, habéis ganado el primer premio para la sede de Fuenlabrada. ¿Qué objetivos os habéis fijado a la hora de desarrollar este proyecto y qué supone trabajar para una entidad como Cruz Roja?
La sede de Cruz Roja en Galapagar ocupaba un viejo edificio catalogado del patrimonio de principios del siglo XX. El edificio, además de estar en mal estado de conservación, no cumplía con las mínimas condiciones ni de salubridad ni de accesibilidad. Para resolverlo, decidimos construir dos nuevos volúmenes. El primero, para alojar las comunicaciones verticales del edificio y subsanar así los problemas de accesibilidad. Y el segundo, para alojar dos aulas de formación, en contacto directo con el jardín. Estos nuevos volúmenes se separan ligeramente y se conectan con el edificio original mediante cuerpos muy ligeros, a modo de pequeños puentes de vidrio. Para distinguir las nuevas construcciones de la inicial y conservar tanto su integridad como su valor histórico, se emplea el mismo material, pero con un sistema constructivo y un lenguaje contemporáneos, diferenciando el granito existente, empleado como muro portante, del nuevo granito, empleado como celosía. Esta solución proporciona una eficaz protección solar, lo que contribuye a la eficiencia energética del conjunto. El carácter abierto, transparente y continuo del proyecto aspira a contribuir y a facilitar la importante labor de integración social que desarrolla Cruz Roja. Trabajar con ellos supone un reto compartido que, al mismo tiempo, nos ilusiona enormemente. Nuestros proyectos quieren ofrecer una respuesta arquitectónica ajustada a su lema “Cada vez más cerca de las personas”. De hecho, como bien indicas, acabamos de ganar el concurso para construir la nueva sede en Fuenlabrada, después de la de Galapagar, ya finalizada, y la de Colmenar Viejo, que estamos a punto de terminar.

Sede Cruz Roja, Galapagar (Madrid). Fotos: Jesús Granada

La investigación es clave en vuestro estudio, donde incluso contáis con la plataforma operativa WASTE LAB CAN en la que os habéis especializado en la cuestión de los residuos y su valorización. ¿Cómo hay que cambiar la forma de construir para ir hacia una mirada más circular del proceso?
A través de una nueva forma de mirar, no solo al paisaje, de mirar las cosas, de mirar al mundo. El reciclaje entendido como la manera de ofrecer un nuevo valor a los lugares a través de una nueva mirada para darles una nueva vida, como por ejemplo es el caso de un vertedero de residuos. En el contexto actual y futuro, para aspirar a ese cambio, la educación es fundamental. No podemos conformarnos con seguir gastando millones de euros en tratamientos, en reciclaje, en plantas de residuos o en recuperar vertederos y convertirlos en parques. Tenemos que conseguir consumir menos, gastar menos, desperdiciar menos… En definitiva, ser más eficientes a todos los niveles.

¿Los clientes están cada vez más concienciados de la necesidad de generar proyectos de consumo casi nulo y con menor huella ecológica?
Existe cada vez más esa conciencia de manera extendida, aunque todavía está condicionada en exceso, principalmente, por los resultados económicos a corto plazo impuestos por determinados agentes. Esto lo hace, por ahora, incompatible en la mayoría de los proyectos.

¿En qué proyectos estáis inmersos ahora en el estudio?
Actualmente estamos desarrollando proyectos de diferentes tipologías, programas y escalas, entre los que destacan las sedes para Cruz Roja en Colmenar Viejo y Fuenlabrada, Madrid; la rehabilitación y ampliación del Museo de Bellas Artes de Zaragoza; un jardín en la ladera oeste del Real Observatorio Astronómico de Madrid; la rehabilitación de la Casa de Dependientes en la finca de Vista Alegre en Madrid; la sede del servicio de limpieza viaria para el Ayuntamiento de Madrid; el Centro de Actividades de San Esteban del Valle, Ávila (en colaboración con Pereira-Royo Arquitectos) y la transformación integral de un ático de los años setenta en Madrid.

¿Hacia dónde se dirige la arquitectura en los próximos años?
Es importante mantener estructuras colaborativas, abiertas, flexibles y con capacidad de adaptarse a entornos cambiantes, que entiendan la arquitectura como un proceso de diseño responsable que resuelve técnica, clima, cultura y sociedad, lo que se define como sostenibilidad. Estas características permitirán abordar proyectos de diferentes escalas y programas con solvencia y garantía. El cuidado de nuestro planeta será fundamental, debemos concienciarnos todos, y para ello la arquitectura deberá ser capaz de responder a los cambios.

Edificio Ferrocarril 4bis, Madrid. Foto: Jesús Granada

Pabellones de arbolado, Madrid. Foto: Jesús Granada

Planta de reciclaje, Madrid. Foto: Imagen Subliminal