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Toni Gironés ha sido estudiante y profesor en la Escuela de Arquitectura del Vallés (UPC) entre 1983 y 2005, y desde entonces ejerce la docencia en la Escuela de Arquitectura de Reus (URV). Recibe el premio jóvenes arquitectos de Catalunya en 1996, y hasta la actualidad su obra ha  tenido numerosas publicaciones y reconocimientos.

Ha obtenido en los últimos años una mención especial en la XI BEAU (Bienal Española de Arq. y Urb.) en 2011,  premiada en la XII BEAU del 2013 y en las Bienales Iberoamericanas (BIAU) del 2012 y 2014, y ganando el premio FAD de Arquitectura (jurado y opinión) y de Ciudad y Paisaje (opinión) del 2013. El año pasado su obra fue expuesta en el Swiss Architecture Museum de Basilea, este año ha formado parte del pabellón catalán en la Bienal de Venecia y su trayectoria a sido nominada recientemente al Swiss Architectural Award.

 «Reconocemos y activamos  lo esencial de cada lugar»

 ¿Qué te impulsó a querer hacer de la arquitectura tu profesión?
Recuerdo que ya desde muy pequeño comentaba que me gustaría ser arquitecto. Creo que una serie de situaciones que han ido tomando sentido con el paso del tiempo son las que más me influenciaron, y que en mi caso se inician en el pueblo de Cadaqués; un lugar donde la condición de límite entre mar y montaña,  la coherente materialidad  y adaptación de los muros de piedra del Cap de Creus, y la presencia del horizonte como eterna pregunta, se graban en la vivencia de los paisajes de la infancia, los más originales e intensos.

¿Qué te influyó más en tu etapa como estudiante?
Realicé los estudios en la primera escuela de arquitectura del Vallés; una escuela pequeña en la que la relación profesor-alumno era muy cercana, en unas aulas/taller con un aceptable confort, dotadas de suficiente espacio y con buena calidad de luz natural. Emplazada al lado de un pequeño bosque tenía un jardín porticado que a modo de espacio intermedio,  funcionaba como lugar de encuentro facilitando una fluida relación entre las personas; siempre tenías que pasar por ahí para ir a las diferentes aulas, al bar, a la biblioteca…es decir, que mi primera formación académica se desarrolló en un lugar donde más que la arquitectura de una serie de pequeños pabellones, prevalecían el cómo y dónde estaban emplazados y la forma y el sistema de relaciones y de convivencia que generaban. Todo ello además con un primer curso de proyectos y dibujo que fue pionero en el sistema educativo de la época, y en el que el estudiante aprendía a cuestionar la realidad preestablecida y a producir conocimiento durante el proceso de proyecto, fomentando una mirada objetiva, abierta y positivista.

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80 viviendas de protección oficial en Salou Mons Observans: Adecuación del yacimiento romano de Can Tacó

¿En qué ha cambiado el despacho si lo comparas con sus inicios?
Sigue siendo un estudio de arquitectura donde se trabaja con intensidad tanto en el proceso de proyecto como en el de obra, con un grupo de trabajo que siempre se ha movido alrededor de unas diez personas y que lógicamente a lo largo de 22 años ha ido variando.
Con el tiempo hemos aprendido a gestionar la tensión que requiere un trabajo profesional sin dejar de disfrutar, optimizando cada vez mejor los tiempos y la energía del equipo.  

¿Qué valores arquitectónicos dirías que se mantienen en cada uno de tus proyectos pese al paso del tiempo y la diversidad de trabajos?
La mirada atenta hacia lo cotidiano como forma de conocimiento se mantiene, desarrollando a su vez la capacidad de observación ante las sorpresas que proporciona una experiencia permanentemente perceptiva/reflexiva.
Esta actitud se traduce en intervenciones de bajo presupuesto que partiendo de una lectura de lo existente lo ponen en valor, remirando y resiguiendo un proceso que en sí mismo ya es proyecto, y que en definitiva se limita a reconocer y activar lo esencial de cada lugar.
Siempre he intentado entender de la manera más objetiva y crítica posible la complejidad del sitio con el que se va a interaccionar, proyectando no tanto un objeto arquitectónico sino unas condiciones que permitan a las personas interpretar el medio en el que están, pudiéndolo adaptar a sus necesidades.
Otra constante es la utilización de los materiales atendiendo a sus propiedades físicas y a su comportamiento en relación a los cuatro elementos naturales, intentando así obtener una mejor habitabilidad.

Gran parte de las obras realizadas son intervenciones en el patrimonio arquitectónico existente como Can Tacó, la antigua IESSO romana en Guissona, o el espacio transmisor del túmulo / dolmen megalítico de Seró. ¿Qué objetivos te marcas a la hora de regenerar/revitalizar lo existente y darle una nueva vida y uso?
Sobre todo, entender el propio lugar y sus circunstancias a lo largo del tiempo (incluidas las actuales) como el verdadero patrimonio a interpretar y transmitir.
En este caso, son tres trabajos vinculados a descubrimientos arqueológicos entendidos como dinamizadores culturales del territorio. Trabajos realizados en equipo agrupando gestores del patrimonio, arqueólogos, arquitectos, aparejadores, medioambientalistas, estudiantes de arqueología y  arquitectura, y oficios y profesionales de la construcción…  
Todos los proyectos se han trabajado con materiales y técnicas locales, y en la medida de lo posible, con criterios de sostenibilidad ambiental. Los tres trabajos son simultáneos en el tiempo, y generan una sección transversal de la geografía catalana interviniendo en contextos muy distintos: rural-agrícola en Seró, agrícola-industrial en Guissona y metropolitano con un entorno de máxima complejidad en Montmeló y Montornés del Vallés. Todos ellos, desde el espacio cultural y de patrimonio, activan y entienden los restos arqueológicos  y la historia del lugar en relación a la globalidad del territorio como una suma de localidades ricas en diversidad.   

«Proyectamos no tanto un objeto arquitectónico sino unas condiciones que permitan a las personas interpretar el medio en el que están, pudiéndolo adaptar a sus necesidades.»

 mosaicoEconomía de materiales, integración en entorno y rigor son algunas de las constantes de tus proyectos, como es el caso de Seró, recientemente premiado en la IX Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo y ganador del premio FAD de Arquitectura en 2013 ¿Qué caracteriza esta intervención?

Se parte de la comprensión y reflexión profunda del entorno donde se sitúa la obra, una zona agrícola muy prolífera al pie del prepirineo, llena de pequeños pueblos dispersos por el territorio y rodeados de grandes extensiones agrarias.  Un sitio donde  las necesidades básicas, las resuelven los propios agricultores y ganaderos locales con la capacidad espontánea de usar materiales y medios (artesanales o industrializados), de forma elemental y muchas veces reinterpretando el uso para el que fueron pensados y fabricados.
Con actitud similar trabajamos en el proyecto de Seró; materiales de construcción que normalmente restan ocultos son reinterpretados convenientemente a partir de sus propiedades físicas, adquiriendo un nuevo significado más allá de su función original.
A su vez, el proyecto intenta transmitir el proceso de transformación en el tiempo de unas piedras megalíticas que nuestra especie utilizó por primera vez hace unos 5000 años.  Todo esto en el contexto actual y ofreciendo al visitante una intensa experiencia en relación al lugar. 

Entre tus obras también encontramos desde un almacén de libros, a una nave industrial, a la rehabilitación de la antigua fábrica de Can Minguell en Mataró o viviendas de protección oficial en Salou. En un contexto como el actual, ¿qué tipo de proyectos crees que van a tener más demanda de arquitectos en los próximos años?
Creo que el tema no es el tipo de proyectos, sino qué demandas vinculadas a la habitabilidad vamos a tener el 95% de las personas en el mundo, ante  una crisis sistémica  gestada los últimos 40 años y de la que ahora notamos sus consecuencias. Esta situación,  nos está dando la oportunidad de repensar cuáles son las necesidades básicas.
Intuyo que si la formación en arquitectura en las escuelas, universidades y (muy importante) a lo largo del ejercicio profesional,  facilita la comprensión de esas necesidades y el  aprendizaje del cómo  proyectar las condiciones que las resuelvan, todas las actuales y futuras profesiones asociadas a esa formación, podrán ejercer el derecho a dar ese servicio a la sociedad y además vivir de un trabajo que esencialmente es vocacional y con el cual no deberíamos especular.

¿En qué proyectos estáis trabajando?
Una casa para una familia que vive todo el año en Cadaqués esta en fase de obra, lo mismo que diferentes espacios públicos en Barcelona que sin superar un presupuesto de 40.000 € deben ofrecer soluciones funcionales y de calidad para las personas. Con la misma actitud y presupuestos mínimos estamos trabajando en el Museo del Clima de Lérida, cuyas obras es posible que se reactiven este año, y también estamos proyectando la adecuación y puesta en valor de los restos del teatro romano de Tarragona.  Al igual que en la mayoría de proyectos, estos últimos trabajos se caracterizan por trabajar con bajos presupuestos, situación con la que cada vez me encuentro más cómodo.    
 
05¿Qué te aporta para tu práctica tu actividad como docente?
La práctica académica y la profesional sintetizadas en obra, docencia e investigación, son entendidas como tres áreas que se necesitan entre sí, ya que en gran parte de su retroalimentación se deriva la complejidad y solvencia en arquitectura.

¿Hacia dónde consideras que se dirige hoy en día la arquitectura?
Hoy en día, muchas inercias adquiridas los últimos 40 años donde han prevalecido en diferentes grados de intensidad y forma escenografías de rápido consumo, han dejado un poso de malas prácticas en arquitectura, alejadas de las necesidades reales de las personas, asociadas a metáforas banales y muy cercanas a ensimismamientos figurativos.
Los intereses económicos, la especulación inmobiliaria y en algunos momentos incluso la académica han hecho aflorar la cosmética y el marketing frente a lo que llamamos sentido común. Determinados medios han fomentado eso y más de una vez he oído decir que son los que definen qué es y qué no es arquitectura. Entiendo que nuestro trabajo va dirigido a las personas que al final de un largo proceso tomarán el relevo y habitarán esos lugares, y son ellos los que más allá de caligrafías y lenguajes personales deberán sentirse a gusto.
La arquitectura tiene que ofrecer afecto hacia las personas, y creo que muchas veces se está más pendiente de ciertos efectos especiales.
Hay materiales como el acero, el vidrio o los plásticos que desde hace años se utilizan  respondiendo a unos intereses que poco tienen que ver con la calidad de vida, y que no soportan el paso de lo renderizado a lo construído, ni de lo fotografiado a lo habitado.
El otro día Mikel, el portero del edificio donde tenemos el estudio me decía: “es que yo vivo en uno de estos edificios modernos con fachada de hojalata y que recibe mucho sol todo el día, … en mi habitación ahora en verano no se puede dormir del calor…”, para mí esas palabras valen mucho más que cualquier imagen…
Esa fotografía en la que hace unos años aparecía un coche junto a un edificio con formas supuestamente modernas ha pasado a tener ahora personas, que a modo de figurantes, intentan “humanizar” una abstracción construida.
Formas y conceptos materializados a modo de paradigmas supuestamente bellos, en los que en muchos momentos no se puede vivir… Un cocinero destina lo que produce al placer del sentido del gusto, y si pusiese mucha pimienta roja porque resalta y hace atractiva una imagen que da la vuelta al mundo, produciría algo incomible que quemaría en la boca… Algo de eso pasa, muchos  materiales se utilizan más por su contorno que por su condición: Árboles a norte del banco que no te protegen del sol, marquesinas de plástico o vidrio que potencian el efecto invernadero, o pérgolas de acero que asociadas a los pliegues de algún filósofo,  menosprecian la radiación solar, y te expulsan en pleno verano de su interior.
De todo esto venimos y parece que ahí seguimos aún…
¿Hacia donde considero que se dirige hoy en día la arquitectura? Creo que al igual que se ha  especulado con la sostenibilidad y la aplicación de los nuevos materiales y tecnologías en lo que nos rodea, también se hará con su aplicación en el cuerpo humano… el transhumanismo y la opción de negocio intentarán imponerse,  alejándonos de una posible conciencia crítica como especie coherente con sus raíces biológicas.

A tu juicio, ¿qué debe ofrecer un arquitecto a la sociedad?
Una de las principales características que nos da la formación y la experiencia del proyectar la  arquitectura es el entender y relacionar lo que sucede en el mundo, ofreciendo el aprendizaje y la capacidad de mediación y de diálogo en el límite entre las partes (espacios, programas,  lugares a distintas escalas, y sobre todo  entre personas). Seguramente podemos y debemos ofrecer a la sociedad, el servicio de proporcionar y gestionar el espacio, el tiempo y la energía vinculados a la habitabilidad en un momento de replanteos, cambios y a menudo de conflictos como parece que és y será el siglo XXI.

Fotografías: Aitor Estévez / Desdedalt / Aeroproduccions / José Hevia