El proyecto arquitectónico de ARQUID se levanta en torno al concepto de un faro; un punto de luz que sirve como lugar de encuentro, donde se derriban las barreras entre el exterior y el interior. El espacio se diseña con una atmósfera que reúne la cultura marítima de Galicia con el estilo más industrial que enmarca la historia de Chamberí.
De un pequeño y antiguo bazar, a un nuevo bar restaurante ubicado en uno de los barrios más de moda del centro de Madrid. La Más Rica nace del deseo de una familia de gallegos – vecinos del barrio de Chamberí – por traer al centro de Madrid lo mejor de su tierra. Una fusión entre Galicia y Madrid que se refleja gastronómicamente en la carta del restaurante, y arquitectónicamente mediante una cuidada estética náutica e industrial, evocando la cultura más representativa de la costa gallega y el pasado industrial de Chamberí. El encargo arquitectónico lo asumió el estudio de arquitectura ARQUID, quienes han transformado lo que parecía una pequeña y oscura tienda en un faro de luz que reúne a los vecinos de la zona.
Un restaurante para vivirlo dentro y fuera
En sus orígenes, el espacio contaba ya con unos 140 m2 aproximadamente, pero ocultaba tras un techo falso una doble altura que pasaba completamente desapercibida en el antiguo local. Un gran ejercicio de investigación permitió a los arquitectos averiguar la evolución del local y su historia: desde una tintorería de lavado en seco, pasando por un restaurante chino, un ultramarinos y un bazar, hasta convertirse en el restaurante que es a día de hoy.
Durante el proceso de creación de La Más Rica, el principal reto y objetivo era aprovechar al máximo la altura, un elemento clave para conseguir que el espacio, a priori pequeño, oscuro y limitado, se convirtiera en un lugar amplio y luminoso. Al eliminar el falso techo del antiguo negocio, se abrió la posibilidad de crear un diseño que incorporase una entreplanta y que fue enfatizando junto a unos amplios ventanales en la fachada, que permiten contemplar todo el interior, a la vez que ofrece a los comensales sensación de luz y de integración con el espacio exterior.
De hecho, la relación interior-exterior es uno de los elementos más característicos de este proyecto. Se han tenido en cuenta toda clase de gestos con la finalidad de conectar ambos espacios; desde las puertas de entrada de metal, que se abren completamente para unir la terraza cubierta con el espacio público, hasta detalles como la similitud entre la estética del suelo del restaurante y el pavimento exterior, que convierte la calle en una extensión del bar, y viceversa.
Con el objetivo de transmitir este concepto de unificación entre el interior y el exterior, ARQUID planteó unas aperturas de acero de forma semicircular que sobresalen de los característicos ventanales, transformándolos en mesas que darían al exterior. Esta propuesta pretendía enfatizar la relación del bar y sus clientes con el barrio, promoviendo que el espacio público se convirtiese en parte del restaurante.
Una atmósfera que reúne la cultura marítima de Galicia con el estilo más industrial de la historia de Chamberí
Como punto de partida, en el interior del restaurante se encuentra una barra abierta de grandes dimensiones hecha de granito, un material representativo y muy utilizado en la arquitectura gallega. Los platos fríos de la carta se llevan a cabo en esta cocina a la vista del cliente, potenciando, de esta manera, la relación entre las tripas del restaurante y sus comensales.
De la zona de la barra al exterior se extiende, una vez más, el concepto de “terraza”, al existir un porche que se adapta a las diferentes estaciones del año: quedando abierto en verano y cerrándose en invierno para resguardarse del frío de la capital. Los límites interiores y exteriores del restaurante se diluyen para que el espacio se perciba como un lugar interconectado a una de las zonas más cosmopolitas de Madrid.
La Más Rica es un estudio de luces, materiales y espacios. El diseño metódico y detallista de cada elemento, creado en colaboración con la diseñadora e interiorista Olga Quintana, permite que cada uno de los espacios sea diferente, creando zonas únicas con ambientes separados a la vez que conectados por la misma identidad marítima e industrial característica del restaurante.
Destacan elementos como las luces y el revestimiento de cuerdas que cuelgan desde el espacio de doble altura a lo largo del techo; o las paredes que se combinan para crear ritmos de luces y sombras, así como el claroscuro que se proyecta suavemente por todo el espacio y que permite obtener una atmósfera cálida y acogedora en el interior.
El proyecto destaca también por su apuesta por la transparencia del espacio y el respeto por la estructura original. Durante el proceso de creación se opta por mantener los pilares y forjados vistos, utilizando para los acabados materiales sencillos como el hormigón, dejando a la vista las entrañas del espacio. Se decide combinar esto con detalles industriales refinados que pueden apreciarse tanto en las perfilerías metálicas de las ventanas como en los barriles de cerveza, estos últimos también a la vista del cliente.
En la entreplanta, unas escaleras con geometría curva revestidas con toques marítimos, conducen a la zona del reservado, donde celebrar eventos o reuniones más íntimas. En un lateral nos encontramos con la cocina, visible a través de un cristal translucido que enseña todos los entresijos del local; el lugar donde todo toma forma.
La luz del “faro”
El principal objetivo de este proyecto era crear un espacio abierto y un lugar “mutante” que evoluciona y se adapta a diferentes situaciones. Para ello, la iluminación – tanto natural como artificial – juega un papel fundamental, marcando el tempo del restaurante desde la salida hasta la puesta del sol.
El cruce de visuales de arriba abajo (y viceversa), visible desde el exterior a través de los ventanales, se encuentra en el centro con una lámpara circular de grandes dimensiones que ilumina todo el espacio y se funde a la perfección con las líneas curvas del restaurante. Esta lámpara, diseñada a medida entre el estudio de arquitectura Arquid y Olga Quintana, inspiró y fue el hilo conductor de otros elementos destacados del proyecto.
Durante el día, el restaurante absorbe la luz natural que entra por los amplios ventanales y llega hasta las mesas interiores y la barra de bar. Poniendo el foco en la tímida actividad de las personas que disfrutan del desayuno y el almuerzo temprano. Pero a medida que transcurre el día y en cuanto se pone el sol, el restaurante se convierte en un “faro”, un lugar lleno de vida en el que la actividad y la efervescencia de la noche lo transforman en una caja de luz, proporcionando un entorno ideal para los transeúntes de la ciudad.
Fotografías: Celia de Coca