El nuevo centro para la fundación pretende fomentar la mejora del tejido social del barrio, la acción comunitaria y la colaboración con las entidades locales.

La Fundación Germina es una entidad dedicada a la atención, seguimiento y refuerzo de la educación de niños y jóvenes en riesgo de exclusión social, actuando como un complemento educativo para su formación y futura integración laboral. Este seguimiento, que pretende generar un vínculo basado en la realización de proyectos continuados desde el momento en el que ingresan en edad infantil hasta el momento de su inserción laboral, debía contar con un espacio que pudiera alojar sus tres franjas de edad fundamentales en tres espacios conectados pero independizables. El programa a su vez, debía incorporar los espacios administrativos de la entidad. La mejora del tejido social del barrio, la acción comunitaria y la colaboración con las entidades locales a través de talleres, cursos y otras actividades sociales son también objetivos de la Fundación.

La parcela adquirida por la propiedad, ubicada en un barrio de escasos recursos económicos en la ciudad de Badalona, se componía de los bajos de dos edificaciones existentes y un pequeño solar entre ellos. De esta manera, esta triple configuración nos permitía una distribución lógica y secuencial del programa -infantil, adolescentes y jóvenes- más un punto de centralidad común (cocina y espacios lúdicos) y los espacios de gestión administrativa de la entidad.

A pesar de lo fraccionado del programa parecía conveniente crear una cierta unidad interior, no solo física, sino también visual. De esta manera, y adosado a las medianeras sin iluminación natural, un gran mueble vertebrador (servidor) recorre cada uno de los programas (servidos), permitiendo resolver la innumerable variedad de necesidades de cada espacio con un solo gesto.

En la edificación central de seis alturas, se disponían tres programas: espacios comunes (junto al acceso y como rótula entre los tres locales), zona de jóvenes (en los niveles intermedios) y, en los niveles superiores, la zona administrativa (más alejada de la actividad infantil). A las tres grandes cajas apiladas de dos niveles se les practican unas dislocaciones que provocan la aparición de paisajes que ayudan a enriquecer y caracterizar los espacios interiores o exteriores. A su vez, estas dislocaciones favorecen la sensación de descompresión y proporcionan un juego de escala expresada en fachadas,
deliberadamente ajena a proporciones residenciales que ayuda a crear una marcada identidad propia.

Así mismo, los huecos de la fachada a calle se organizan y componen haciendo un guiño al edificio existente colindante de viviendas de protección oficial y otorgan una cierta continuidad compositiva a su entorno inmediato.

Los dobles espacios exteriores, cuyo ajardinamiento los irá colonizando con el tiempo, se cierran a la calle de acceso mediante una malla metálica que proporciona una mayor seguridad para los niños pero que responde a la necesidad urbanística de mantener el plano de fachada en alineación a vial.

La dualidad entre un espacio interior amable -que debía funcionar como un segundo hogar en el que se sintieran bien acogidos- y la inserción urbana del inmueble en un emplazamiento degradado; entre un espacio cálido y doméstico y una necesaria austeridad -también presupuestaria- que reflejara con pocos ornamentos añadidos o gratuitos una actividad seria cuyos esfuerzos están dedicados fundamentalmente a su actividad, sugirió el contraste entre una materialización orgánica interior -madera- y una apariencia más austera exterior -hormigón proyectado-.

Las carpinterías de madera, los toldos practicables a sur, la cubierta ajardinada, el uso de materiales de bajo impacto y la eficiencia de las instalaciones, entre otras medidas, han permitido que el edificio haya obtenido la certificación energética A y el sello internacional Breeam very good.