La integración urbanística de los cauces urbanos de los ríos, ha sido motivo de debates y actuaciones en muchas de nuestras ciudades españolas a lo largo de las últimas décadas del pasado y presente siglo. Un problema de relación y conflicto urbano que la mayoría de las ciudades han tratado de solucionar con mayor o menor éxito, pero que en todo caso se han convertido en complejos laboratorios de experiencias, todas ellas dirigidas a obtener esa necesaria integración histórica del río con su ciudad.

En el año 2012 la Fundación CIEDES del Ayuntamiento de Málaga, junto con la Administración Autonómica de la Junta de Andalucía y Confederación Hidrográfica del Gobierno Central, convocaron un Concurso Internacional de Ideas para aportar soluciones urbanísticas y arquitectónicas a uno de los más importantes problemas históricos que la ciudad de Málaga tiene actualmente: la integración del tramo urbano del río Guadalmedina con las tramas colindantes de la Ciudad. Una «asignatura pendiente» cuyo debate ha estado presente a lo largo de todo el siglo XX, y cuya actuación en los años sesenta con la realización de la Presa del Limonero en la cabecera de este cauce urbano, se ha convertido en un continuo debate y profunda reflexión que dicho Concurso Internacional (con las tres administraciones implicadas en esta responsabilidad) debía clarificar con su aportación de soluciones e ideas para la solución de dichos problemas urbanísticos.

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El proyecto ganador presentado por nuestro equipo técnico «ESTUDIO SEGUI», en colaboración con un amplio conjunto de ingenierías especializadas, planteaba una decidida integración urbanística y paisajística del río con su ciudad reconociendo la identidad de ambas estructuras históricas y la necesidad futura de consolidar, cualificar y potenciar esa necesaria e ineludible «convivencia» urbana. No es una casualidad que nuestro lema en el concurso fuera: «Más Río Más Ciudad «, identificando así este importante objetivo. El problema de la ordenación del Río Guadalmedina no se podía seguir centrando exclusivamente en la simplicidad de dos opciones extremas en donde ni el simple «ajardinamiento» de su cauce, ni tampoco la apuesta por operaciones de «embovedado» podrían aportar unas soluciones coherentes para conservar su naturaleza y relación urbana del Río con la Ciudad.

En todo caso, la principal cuestión sería redescubrir su “imagen oculta” rescatando las riberas del río como espacios de transición con la ciudad. La urbanidad del río debería pues pasar por el reconocimiento de su realidad geográfica y la redefinición de sus espacios de ribera.

En nuestro caso, entendíamos que la “barrera” no era el río, sino muy por el contrario sus actuales muros de encauzamiento. El muro es el elemento perturbador de la permeabilidad urbana del cauce con la ciudad. Anular el efecto “cajón” que provocan los muros perimetrales del río supondría el principio de la solución para la ordenación del cauce y la recuperación urbana de sus riberas. El muro provoca un espacio inútil de cauce artificial que no tiene solución ni con su ajardinamiento (por su difícil acceso al uso ciudadano y falta de continuidad urbana), ni con su embovedado (por los graves problemas de mantenimiento y desaparición de su “huella histórica”). Anular los muros del río, es el principio de la recuperación de sus riberas, de su integración, de su permeabilidad con la ciudad y de la transparencia paisajística “ciudad-río”, mediante la incorporación de dichas riberas como espacios urbanos de «transición» entre la ciudad y su río.

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En el caso del Guadalmedina, se supeditaban estas actuaciones a una nueva manera de gestionar el embalse del Limonero, que nunca fue concebido como una “presa” sino, muy por el contrario, como un “embalse regulador”. Por tanto, controlar la regulación del embalse es el principio de la urbanidad que requiere el cauce del río. Intentar concebir el embalse como una presa sería mantener un peligro constante sobre la ciudad, ó tratar de utilizarla como cabecera para operaciones de trasvase sería un grave error, ya que no fue proyectada para tal función, sino por el contrario recuperar su principal objetivo de no provocar nunca ningún riesgo para la ciudad. Gestionar el embalse como “regulación” y no como “acumulación” es la solución para lograr una mayor relación ciudad- río, mayor identificación descubriendo las riberas del río, y una mayor capacidad de “hacer ciudad”.

Así pues, el objetivo principal de la propuesta sería integrar y fundir el río con la ciudad. Evitar el actual “foseado” que generan los muros del cauce y recuperar la urbanidad del río, serían las principales directrices para alcanzar los objetivos. Todo ello pasaba por recuperar las riberas como espacios comunitarios para la ciudad, ofreciendo a la ciudadanía unos beneficios sociales de muy largo alcance. El río podría convertirse en un espacio de consenso colectivo, en definitiva, en el más importante y potente espacio público de la ciudad.

En este sentido, se plantea en paralelo una atractiva propuesta viaria en donde se valora la peatonalización de los márgenes del río mediante adecuados pasillos subterráneos y potenciación del transporte público con tecnologías eléctricas de bajo consumo.

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Se trataba también de plantear una propuesta posibilista, en cuanto a garantizar la fácil ejecución de la misma y la realidad de su puesta en marcha. La posibilidad de intervenir en diferentes fases del río, a modo de actuaciones independientes y conectadas dentro de un proyecto global, facilita la realización en el tiempo según las diferentes demandas de la ciudad. Este planteamiento evita los excesivos plazos y costos que conllevaría una operación de trasvases, ó embovedados, centrándonos principalmente en la gestión del embalse y en las operaciones muy controladas de la urbanidad del río que aquí se plantea de manera faseada en el tiempo y en los costos.

Finalmente, encontrar un modelo de gestión y autofinanciación sería también uno de los principales objetivos que se incluían en la propuesta. En unos momentos de profundos cambios sociales y económicos, no podríamos plantear excesivos costos públicos para financiar propuestas grandilocuentes ó de costos injustificados que no respondieran con los nuevos condicionantes económicos que plantea este siglo XXI. Una gestión eficaz que tendiera a la «autofinanciación» de la operación, tanto en sus costos de ejecución como también de sus mantenimientos, sería obligado en cualquier propuesta pública que actualmente se planteara por parte de las iniciativas públicas en una operación de estas características.

Por José Seguí Pérez. Arquitecto Estudio Seguí– Premio Nacional de Urbanismo en 1985 y 1987